CAMPECHE. Frente al Palacio Municipal de Campeche, el tiempo parece haberse detenido. Una carpa improvisada, sillas desgastadas y hasta una cama cubierta con sábanas para mitigar el frío, se han convertido en el refugio de extrabajadores del Ayuntamiento que llevan 346 días resistiendo un despido que califican como injusto y sin que la alcaldesa Biby Rabelo les dé una respuesta clara.
No están solos. Amigos, familiares y ciudadanos que pasan por la zona se han convertido en cómplices de su resistencia. Les donan comida, ropa, zapatos, y hasta objetos inesperados: peluches, hamacas o utensilios de cocina, que ellos mismos acomodan en un pequeño bazar instalado bajo la lona. Lo que para otros es una sobra, para ellos es un recurso con el que logran sostener a sus familias, pagar un pasaje o comprar un kilo de tortillas.
Las fiestas del calendario ya no se cuentan en casa, sino en la banqueta: Navidad, Año Nuevo, Día de las Madres y del Padre han transcurrido frente al Ayuntamiento, en un campamento que más que protesta parece grito de dignidad. Entre lonas, recuerdos de los hijos que esperan en casa y una esperanza que se niega a apagarse, los trabajadores aseguran que seguirán hasta obtener lo que la Ley les reconoce: la reinstalación en sus empleos o el pago de sus laudos.
De los despedidos, apenas dos han sido reincorporados, y bajo condiciones impuestas que les borraron la antigüedad y los derechos adquiridos. El resto sigue esperando, entre audiencias lentas en la Junta de Conciliación y Arbitraje y la falta de voluntad política del Ayuntamiento para resolver un conflicto que se acerca a cumplir un año.
Mientras tanto, el bazar de la resistencia sigue abierto, no con precios altos ni ofertas llamativas, sino con la fuerza de la solidaridad ciudadana. Una escena que habla por sí sola: la incapacidad de la autoridad, frente al esfuerzo de la gente que no los deja caer.

