CAMPECHE.- En un amanecer cargado de fe, la iglesia de San Román se convirtió ayer en el epicentro de la devoción campechana.
Con la solemne bajada de la venerada imagen del Cristo Negro, los fieles dieron inicio a las festividades que conmemoran 460 años de su llegada a estas tierras, un acontecimiento que une corazones y fortalece la esperanza de un pueblo.
El mediodía marcó el comienzo de esta celebración espiritual con una Santa Misa presidida por el párroco Juan Arcos Arana, cuya homilía resonó en los muros del Santuario Diocesano, abarrotado por cientos de devotos.
La solemnidad del momento se palpaba en el aire, mientras las miradas se alzaban hacia el Cristo Negro, cuya presencia inspira promesas, plegarias y gratitud.
Al concluir la eucaristía, la imagen fue descendida del altar mayor con un cuidado reverente, colocada en un espacio donde los fieles pudieron acercarse para contemplarla, venerarla y susurrarle sus anhelos más profundos.
Como cada año, el Cristo Negro permanecerá resguardado tras un cerco de vallas, un humilde límite que no detiene la devoción, sino que invita a los campechanos a desfilar ante su figura, llevando en el alma súplicas y agradecimientos. “
Es un momento para renovar la fe, para sentir que no estamos solos”, compartía una feligresa con los ojos humedecidos, mientras sostenía una vela encendida.
El fervor continuará el domingo 7 de septiembre con el tradicional paseo marítimo, una procesión que une la tierra y el mar en honor al Cristo Negro. A las 8 de la mañana, desde el malecón de la ciudad, los devotos acompañarán la imagen en un recorrido que comenzará a pie desde la iglesia de San Román hasta el muelle de los pescadores.
Allí, el Cristo Negro abordará un catamarán que surcará las aguas del malecón campechano, en un gesto simbólico que evoca la protección divina para los hombres y mujeres del mar.
Al retornar, una misa en la Concha Acústica sellará esta jornada de espiritualidad y comunión.En cada paso, en cada oración, los campechanos renuevan su vínculo con el Cristo Negro, un símbolo de fe que, tras 460 años, sigue siendo el faro de sus esperanzas.
La ciudad se prepara para vivir días de devoción, donde el corazón de San Román late más fuerte, uniendo a generaciones bajo la mirada serena de su patrono.

