Hasta la comunidad de Isla Arena llegó el Congreso Humano. Un pueblo lleno de historia, fuerza y trabajo, donde la pesca no solo alimenta cuerpos, también nutre el alma.
Durante el Congreso Humano no hubo tarimas ni discursos vacíos, sino sillas en círculo, miradas francas y verdades compartidas.
El diputado Antonio Jiménez, acompañado por la diputada Mayda Mas Tún y el diputado Gaspar Nah, pidió algo sencillo pero poderoso: “Digan todo. No se guarden nada. Estamos aquí para escucharles”.
Y la gente habló. Con dolor, con coraje, pero también con esperanza.
Expresaron lo que significa quedarse sin luz por días, la dificultad de vivir sin agua potable, el desafío de transitar por una carretera en mal estado para entrar o salir del pueblo, entre otras necesidades que afectan directamente su calidad de vida y su derecho al desarrollo.
Pero también compartieron su orgullo. Su amor por la isla. Su deseo ferviente de que las cosas cambien.
Cada palabra fue tomada en serio. No se trató solo de anotar problemas en una libreta, sino de reconocer el derecho de un pueblo a ser escuchado y atendido. Fue un compromiso para gestionar, acompañar y regresar.
Cuando las comunidades alzan la voz, lo más justo es detenerse y escuchar con humildad. Eso fue lo que hizo el Congreso Humano en Isla Arena.
