El estilo de Donald Trump nunca ha sido sutil, y su reciente declaración sobre los aranceles globales lo confirma. Con la fecha límite del 9 de julio acercándose, el presidente estadounidense ha decidido que no extenderá la tregua arancelaria. En su lugar, planea enviar una carta a los 200 países del mundo, como si fueran clientes de un gran almacén, para notificarles los aranceles que deberán pagar para acceder al mercado de Estados Unidos.
“Esto es lo que tendrán que hacer para comprar en Estados Unidos”, dijo con su característica contundencia, dejando claro que quien no acepte sus términos puede despedirse del trato. “Mucha suerte”, añadió, con un tono que destila más amenaza que cortesía.
La estrategia de Trump, quien retomó la presidencia el 20 de enero de 2025, es un ejercicio de poder unilateral que no debería sorprender a nadie familiarizado con su historial. Desde su regreso a la Casa Blanca, ha impulsado gravámenes globales como herramienta para presionar a otros países a renegociar acuerdos comerciales en términos favorables para Washington.
Aunque ha logrado pactos con China y el Reino Unido, su decisión de romper esta semana el diálogo con Canadá —en respuesta a los impuestos de ese país a los servicios digitales de tecnológicas estadounidenses— evidencia que no está dispuesto a ceder terreno. La carta que promete enviar no será una invitación al diálogo, sino un ultimátum: acepten las condiciones de Washington o quédense fuera.
La arrogancia de reducir las relaciones comerciales internacionales a una transacción de “gran almacén” es tan desconcertante como peligrosa.
Trump parece ignorar que el comercio global no funciona como un mercado donde un solo actor impone las reglas. Su negativa a negociar con cada país, alegando que “hay 200, no se puede hablar con todos”, revela una visión simplista que podría desencadenar tensiones económicas y diplomáticas.
Países como México, que dependen en gran medida del comercio con Estados Unidos, enfrentan ahora la incertidumbre de qué tan severos serán los aranceles que les asignen en esa ominosa carta.

