PUEBLA. En la comunidad de Chichicapa, ubicada en el municipio de Ajalpan, en corazón de la Sierra Negra de Puebla, el rugido de la naturaleza se mezcla con la angustia de sus habitantes. Hace semanas, los pobladores reportaron a las autoridades locales que la explotación descontrolada de piedra en las faldas del cerro principal había generado grietas visibles en su cima.
“Desde abril notamos que la tierra se estaba abriendo. Cada vez que pasaban los camiones cargados de piedra, temblaba todo. Le dijimos al presidente municipal, pero no hicieron nada”, relata don Anselmo Pérez, un agricultor de 62 años que ha vivido toda su vida en esta comunidad nahua.
Las advertencias de los habitantes, desoídas por las autoridades, se convirtieron en una realidad devastadora con la llegada de la tormenta tropical Erick, que azota la región tras degradarse de huracán categoría 4. Las lluvias torrenciales, con acumulados superiores a los 200 mm en las últimas 24 horas según el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), saturaron el suelo ya debilitado del cerro.
A las 5:30 de la madrugada de ayer jueves, un estruendo despertó a los habitantes: una sección del cerro se había desgajado, enviando toneladas de tierra, rocas y vegetación ladera abajo. El deslave bloqueó un tramo de la carretera Chichicapa–Ajalpan, la principal vía de acceso a la comunidad, dejando incomunicadas a cerca de 800 familias.
IMPACTO DEL DERRUMBE
El derrumbe, que cubrió aproximadamente 50 metros de la carretera con escombros de hasta dos metros de altura, ha generado caos y preocupación. “No podemos pasar ni a pie, mucho menos en carro.
Los que tienen enfermos o necesitan ir al mercado están atrapados”, explica María Elena Gómez, de 38 años, quien también fue testigo de los estragos de Erick en Chichicapa. La carretera, vital para el transporte de productos agrícolas como maíz, café y frijol, es ahora un obstáculo infranqueable. Los habitantes han improvisado un sendero estrecho a un lado del deslave, pero las lluvias persistentes lo convierten en un riesgo constante.
Además del bloqueo carretero, el derrumbe ha generado temor por la posibilidad de un colapso mayor. Las grietas en la cima del cerro, visibles desde la comunidad, se han ensanchado con las lluvias, y los pobladores reportan pequeños desprendimientos de tierra que caen intermitentemente.
“Cada vez que llueve, se escucha como si el cerro estuviera crujiendo. Tenemos miedo de que baje todo de una vez y se lleve casas o a alguien”, confiesa doña Rosaura, una comerciante de 45 años que vive a pocos metros de la base del cerro.
DILEMA CRÍTICO: LA MAQUINARIA PESADA
La situación se complica por la imposibilidad de intervenir con maquinaria pesada. El uso de excavadoras o retroexcavadoras podría desestabilizar aún más el cerro.
“El suelo está saturado de agua y las grietas indican que hay riesgo de un deslave mayor. Mover los escombros con maquinaria pesada podría provocar vibraciones que desencadenen un colapso catastrófico”, explicó el ingeniero Mauricio Morales a los habitantes en una reunión de emergencia organizada por la junta auxiliar.
Por ahora, un equipo de 20 voluntarios de la comunidad,
apoyados por elementos de Protección Civil municipal, trabaja manualmente con palas y picos para despejar un carril de la carretera.
Sin embargo, el avance es lento debido a las lluvias intermitentes y al tamaño de las rocas desprendidas. “Es agotador y peligroso. Cada vez que cae un aguacero, tenemos que parar porque no vemos nada y el lodo nos arrastra”, describe Juan Morales, un joven de 24 años que participa en las labores.
EXPLOTACIÓN DE PIEDRA: UNA HERIDA ABIERTA
La explotación de piedra, señalada como la causa principal de la inestabilidad del cerro, es un tema que ha generado indignación entre los habitantes.
Según testimonios recabados, desde hace tres años una empresa local, cuyo nombre no ha sido revelado por las autoridades, extrae material pétreo de la ladera sin cumplir con regulaciones ambientales. “Sacaban piedra día y noche. Los camiones pasaban a todas horas, y nadie les decía nada.
Ahora estamos pagando las consecuencias”, denuncia Anselmo Pérez. Organizaciones ambientalistas, como el Colectivo Sierra Negra Viva, han señalado que la extracción descontrolada en la región no es un caso aislado.
“En la Sierra Negra, la falta de supervisión y los permisos irregulares han permitido que se degrade el ecosistema. Los cerros son deforestados y perforados, lo que los hace vulnerables a deslaves en temporada de lluvias”, explicó la bióloga Carla Méndez, integrante del colectivo.
FUTURO INCIERTO
Mientras las lluvias persisten y la tormenta tropical Erick mantiene en alerta a la Sierra Negra, los habitantes de Chichicapa viven con el corazón en un puño. La comunidad, conocida por su riqueza cultural y su lucha por preservar su identidad nahua, enfrenta ahora una batalla contra la naturaleza y la negligencia.
“No queremos abandonar nuestras casas, pero tampoco queremos perder la vida. Solo pedimos que nos ayuden antes de que sea demasiado tarde”, suplica doña Rosaura, con la mirada fija en el cerro que amenaza su hogar.
Las próximas horas serán cruciales. Con pronósticos de lluvias intensas para las siguientes 48 horas, el riesgo de nuevos deslaves mantiene en vilo a Chichicapa.
La comunidad espera, con una mezcla de temor y esperanza, que las autoridades actúen con celeridad para evitar una tragedia mayor. Por ahora, el cerro sigue crujiendo, y el eco de sus grietas resuena como un recordatorio de que el tiempo se agota.

