CAMPECHE. – El sol apenas comenzaba a calentar el pavimento cuando un grupo de corazones rotos salió del campus V del Instituto Campechano. Con pancartas en mano, lágrimas y la voz temblorosa, caminaron con un solo propósito: exigir justicia por Erika Delgado, la joven estudiante de Mercadotecnia que fue atropellada y abandonada el pasado 4 de abril.
Erika no era solo una estudiante, era una emprendedora, una hija, una amiga. Estaba a punto de graduarse en julio, pero la tragedia le arrancó esa oportunidad. Y peor aún, la presunta responsable, una mujer identificada como Tania “M”, esposa de un trabajador del Gobierno del Estado, sigue sin responder ante la justicia.
“HECHOS NO PALABRAS”
Su madre, con la voz entrecortada y el alma en pedazos, lo gritó claro frente a la Fiscalía General del Estado: “No quiero avances, quiero hechos”. Señaló la omisión de las autoridades, la indiferencia de los Policías Estatales que, en su momento, no aseguraron a la mujer que atropelló a su hija. “La ley no está siendo justa ni expedita”, reclamó con todo el dolor acumulado.
El contingente, que incluyó amigos, familiares y compañeros de carrera, se plantó pacíficamente frente a la Fiscalía. Exigieron ser escuchados. Y lo lograron: el vicefiscal Arturo Bravo salió a recibirlos. Les prometió que la ley se aplicará. Que habrá justicia.
El abogado de la familia, Pastor Cruz Ortiz, confirmó ese compromiso. Pero para los Delgado, ya no es tiempo de palabras, sino de resultados. “Que pague la responsable”, exigió entre sollozos la madre de Erika, mientras sostenía una fotografía de su hija. Cabe recordar, durante el pasado 4 de abril la hoy occisa, en compañía de su pareja sentimental, transitaban en su moto por la Calle 54 por 9 de la colonia Lázaro Cárdenas, cuando fueron atropellados por Tania “N”, quien se pasó el alto e impacto a los jóvenes. El accidente propició que Ericka fuera internada en un hospital, lugar en el que perdió la vida por el impacto.
El padre, José Francisco Delgado Martínez, también cuestionó la actuación policial de aquel día, exigiendo que se asuman responsabilidades en todos los niveles. Hoy Erika ya no está. Pero su recuerdo camina con cada paso de sus padres, de sus amigos, de todos los que la querían. La marcha no solo pidió justicia. Suplicó humanidad.

