CAMPECHE, CAMP. Nadie quiere hablar de eso, pero pasa. Afuera del banco de sangre, en voz baja y con mirada esquiva, a veces se escucha la pregunta: “¿cuánto cobras por donar?”. Es un secreto a voces, un reflejo de la desesperación, del miedo y la ignorancia que todavía rodea un acto que debería ser de generosidad pura. Y lo peor: es un delito y quien lo hace puede terminar en el Ministerio Público.
La advertencia vino directa de la doctora Virginia de la Peña, directora del Centro Estatal de Transfusión Sanguínea de Campeche, quien no solo ve la sangre como insumo vital, sino como símbolo de humanidad. “Es muy importante recordar que el cobrar por donar sangre es un delito. Es un delito común”, enfatizó.
El sistema estatal cuenta con puestos de sangrado en Ciudad del Carmen y Escárcega, para evitar que viajen a la capital. Allí se atiende con personal capacitado, y gracias a esos centros, se recolecta el 30% de la sangre que se distribuye en Campeche.
Sin embargo, confesó que, detrás del delito hay algo más profundo: miedo. Miedo a agujas, a desmayarse, a “quedarse débil”. Miedo a que nadie done cuando más se necesita. Y en ese vacío de información, se instala el negocio silencioso.
“Todavía tenemos nuestras alarmas… hablamos con el donador, con la familia, solventamos el problema. La gente lo hace por apuros, porque nadie quiere venir a donar”, dice la doctora. La realidad es cruda: muchas veces no hay suficientes donantes, y en la angustia por conseguir sangre, todo se vuelve negociable.
Por lo que reiteró que, donar sangre debería ser un acto voluntario, frecuente y seguro. Pero en México eso aún es una meta lejana. A diferencia de otros países donde casi toda la sangre proviene de donaciones altruistas, aquí sigue predominando la reposición por necesidad. Por eso, la doctora insiste en cambiar la narrativa. Hacer de la donación un hábito de salud, no una urgencia desesperada.
