En un fin de semana que se antoja histórico, Campeche se sume en un silencio reflexivo, un murmullo colectivo que resuena en los hogares, las plazas y las calles de cada rincón del estado. Este no es un silencio de apatía, sino uno cargado de responsabilidad, de introspección y de esperanza.
Los campechanos se preparan para emitir su voto en la elección judicial, un ejercicio democrático sin precedentes que permitirá, por primera vez, elegir a los jueces, magistrados y ministros que habrán de impartir justicia en México.
Este acto no es menor: es un paso hacia la consolidación de un Poder Judicial más cercano al pueblo, más transparente y, sobre todo, libre de las sombras de la corrupción que por décadas han empañado su labor.
En Campeche, tierra de tradiciones y orgullo, la ciudadanía se encuentra ante una oportunidad única para moldear el futuro de la justicia. La elección judicial no es solo un trámite burocrático; es un ejercicio de soberanía popular que busca desterrar las prácticas oscuras del pasado, esas que los liberales, según se ha denunciado, solían alimentar con sobornos y componendas.
Los campechanos saben que los tiempos han cambiado. Hoy, la ley debe ser conducida con apego al derecho, con la rectitud que exige una sociedad cansada de privilegios y arreglos bajo la mesa. Este fin de semana, cada voto será un mensaje claro: en Campeche, la justicia no se negocia.
La reflexión que hoy embarga a los habitantes de este estado no es casual. Es el resultado de un proceso de madurez democrática que ha llevado a México a replantearse cómo se ejerce el poder.
Cabe destacar que, durante años, el Poder Judicial fue percibido como una esfera intocable, reservada para unos pocos, donde los intereses de las élites solían pesar más que el bienestar colectivo.
Ahora, con la posibilidad de elegir directamente a quienes impartirán justicia, los campechanos tienen en sus manos la responsabilidad de garantizar que los próximos jueces, magistrados y ministros sean personas íntegras.
