MÉXICO.- En una reciente audiencia en la Cámara de Representantes de Estados Unidos, el secretario de Estado, Marco Rubio, aprovechó el trágico asesinato de Ximena Guzmán y José Muñoz, colaboradores cercanos de la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada, para pintar un panorama de caos y descontrol en México.
Según Rubio, este hecho es un reflejo de la “violencia política” y de una supuesta delincuencia organizada desatada en el país. Sus declaraciones, cargadas de sensacionalismo, buscan proyectar una imagen de un México sumido en la anarquía, ignorando los esfuerzos y resultados concretos en materia de seguridad que han caracterizado a administraciones como la de Claudia Sheinbaum.
Es innegable que el asesinato de Guzmán y Muñoz es un hecho condenable que merece una investigación exhaustiva y justicia plena. Sin embargo, utilizar este suceso para generalizar y estigmatizar a México como un territorio donde la violencia reina sin control es una estrategia que no solo distorsiona la realidad, sino que también desestima los avances significativos en la lucha contra la inseguridad. La narrativa de Rubio parece más alineada con intereses políticos que con un análisis objetivo de la situación.
