CAMPECHE, CAMP. En el corazón del estado, las tienditas de barrio se apagan una tras otra. Al menos diez tiendas de abarrotes cerraron recientemente, víctimas de la falta de apoyo real y la carga impositiva que el Ayuntamiento insisten en imponer sin ofrecer soluciones.
María Candelaria González Cajún, presidenta de la Federación Estatal del Pequeño Comercio, denuncia que este abandono está dejando morir al sector, especialmente a los dueños de la tercera edad que sostienen estas pequeñas empresas con esfuerzo y nostalgia.
“El 80% de los negocios pequeños están en manos de personas mayores, muchos solos y sin relevo generacional. Exigen impuestos, licencias y pagos que son imposibles de cubrir. Nadie les brinda un respaldo para que puedan continuar”, explica María con preocupación.
El Ayuntamiento parece desconocer o ignorar que estos negocios no son solo puntos de venta, sino espacios de encuentro y sustento para muchas familias. En lugar de fomentar el bienestar y ayudar a regularizar los pagos, mantiene una presión implacable que ha obligado a decenas a cerrar las puertas para siempre.
“Yo les he recomendado acercarse a los programas de apoyo, pero estos son insuficientes o inaccesibles. Al final, muchos prefieren cerrar porque no saben cómo seguir adelante. La nostalgia y la soledad pesan más que la esperanza”, agrega la presidenta.
