CDMX.-El megraproyecto de inversión de gas fósil Saguaro Energía de la empresa Mexico Pacific busca conectar la Cuenca Pérmicade Texas, Estados Unidos, con el litoral del Golfo de California, en México, para exportar gas licuado a Asia. Suena lejano, suena técnico, pero sus impactos serían todo menos abstractos: un gasoducto de más de 800 kilómetros, una terminal de licuefacción en Puerto Libertad, Sonora, del tamaño de 6.000 canchas de fútbol, y una flota de buques metaneros que transformarían las aguas de una de las áreas naturales protegidas más importantes del norte de México.
El apodado “acuario del mundo”, se convertiría en un corredor industrial marítimo permanente. Este megaproyecto no es una apuesta energética limpia. El gas fósil es un combustible sucio y contaminante, cuyas emisiones afectan al clima y a la salud de las personas. Además, el ciclo completo de Saguaro generaría más de 73 millones de toneladas de dióxido de carbono al año. ¡Más que las emisiones anuales combinadas de Suecia y Portugal, y más del 10% de las de México!
A pesar del discurso empresa rial que lo presenta como inevitable, este proyecto ha sido sujeto de resistencia en México. La Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente (ASEA), autoridad responsable de evaluar este tipo de proyectos, reconoce la existencia de cinco juicios de amparo que han suspendido su avance, mientras que los registros del Poder Judicial muestran al menos siete amparos donde Mexico Pacific está involucrado. El gasoducto abre otro frente, donde seguramente veremos nuevas acciones legales y resistencias locales.
El rechazo al proyecto es firme, amplio y creciente desde el territorio y las conciencias, con comunidades pesqueras, turísticas, rurales e indígenas movilizando una campaña denominada Ballenas o Gas. En esta, se argumenta que su desarrollo no solo amenaza a las ballenas que año a año viajan a esa zona a tener a sus crías, sino a toda la biodiversidad marina y terrestre que ahí habita. El proyecto, de convertirse en realidad, afectaría la seguridad alimentaria de millones de personas, ya que más del 60 % del producto pesquero de México proviene de ahí.
Desafortunadamente, Saguaro no es la única amenaza. Por lo menos, otras tres terminales (AMIGO LNG, Vista Pacífico LNG y Gato Negro GNL) y dos gasoductos más (Sierra Madre y Corredor Norte) buscan crear “un corredor de muerte” en el norte de México. Disfrazadas con la máscara de inversión, promueven una visión energética del pasado; una visión que viola el Acuerdo de París, el Acuerdo de Escazú y los derechos fundamentales a la vida, al agua limpia, a la salud, a la consulta previa y al clima seguro. Su visión está en conflicto directo con atender la urgencia climática, y es una que privilegia los intereses de unos cuantos por encima del bienestar de todos —incluidas las ballenas y demás especies que viven en estos ecosistemas.
