CDMX.- Inicia la Semana Santa, y con ella, un tiempo de reflexión que trasciende las procesiones y las reflexiones espirituales. En Campeche, la fe se manifiesta con devoción en su crucifixión viviente, una de las más significativas de la Península. Pero más allá de las tradiciones, la Arquidiócesis de México profundiza lo espiritual, nos confronta con preguntas profundas: ¿qué muere en nosotros?, ¿qué necesita resucitar?, ¿cuáles son nuestros sepulcros?
A través de su revista “Desde la Fe”, nos explica que, un sepulcro no siempre es de piedra. Hoy, muchos tienen forma de indiferencia, rencor o miedo.
Afirma que, como sociedad, cargamos con sepulcros colectivos que duelen: la violencia que azota calles y hogares, especialmente a mujeres y niños, sepulta la dignidad y el amor. La polarización, que nos aleja y silencia el diálogo, entierra la posibilidad de entendernos.
La pobreza, la corrupción y la exclusión de los vulnerables —migrantes, ancianos, enfermos— son signos de muerte en una sociedad que se dice cristiana.
La Semana Santa, sin embargo, no termina en la cruz. Jesús nos recuerda: “Yo soy la resurrección y la vida”. Su mensaje es una invitación a mover las piedras que nos atrapan: a romper el silencio ante la injusticia, a sanar con ternura las heridas, a tender puentes donde hay muros, a devolver la voz a los silenciados. Es un llamado a resucitar la esperanza.
