CDMX.- La imagen de Cuauhtémoc Blanco, antes admirado en las canchas y aclamado por multitudes, se desmorona bajo el peso de un nuevo escándalo que lo pone en el centro de la tormenta. Un video grabado por su propia esposa, Natalia Rezende, ha irrumpido en la escena pública como una bomba de tiempo, revelando una faceta oscura y violenta del exgobernador de Morelos y actual diputado federal.
En las imágenes, que apenas duran unos segundos pero dicen demasiado, se aprecia a Rezende con visibles golpes en un ojo, su rostro desencajado por la desesperación, mientras suplica ayuda a los escoltas de Cuauhtémoc Blanco.
El video, de apenas 30 segundos en su primera escena, muestra a una Natalia Rezende visiblemente alterada, con la marca de la violencia estampada en su rostro.
Lo que sigue es aún la actitud indiferente y omisa de quienes debían protegerla, “no tengo el teléfono ahorita”, le responde el empleado. “Ellos son quienes lo encubren” dice ella, como prisionera en su propia casa. “¡Ayúdenme, por favor!”, se le escucha gritar, dirigiéndose a los hombres que, según fuentes cercanas, formaban parte del equipo de seguridad personal de Blanco durante su tiempo como gobernador. La ayuda nunca llega. En el segundo 32, la cámara captura la frialdad de los escoltas, quienes, lejos de actuar, permanecen inmóviles junto a dos camionetas, como si las súplicas de la mujer fueran un eco perdido en el viento.
Esta escena no es un hecho aislado, sino la punta de un iceberg que destapa un patrón de conducta que, según testimonios, lleva años gestándose en la intimidad del hogar de quien alguna vez fue un símbolo de orgullo nacional.
PROTEGIDO EN CASA
Políticos y allegados al círculo del exgobernador, aseguran que los episodios de violencia no son una novedad en la vida de Cuauhtémoc Blanco.
“Por lo menos en tres ocasiones ha golpeado a su esposa”, reveló una fuente cercana al exmandatario, quien detalló que en al menos dos de esos incidentes, Natalia Resende intentó buscar auxilio. ¿A quién recurrió? A los mismos escoltas que, bajo las órdenes de Blanco, parecían más comprometidos con su lealtad al exfutbolista.
En esas dos ocasiones, según los relatos, Rezende pidió que se llamara a la policía, entonces encabezada por el almirante en retiro José Antonio Ortiz Guarnero, uno de los hombres de mayor confianza de Blanco durante su gestión en Morelos. Sin embargo, las autoridades nunca llegaron al lugar de los hechos, y el grito de auxilio quedó ahogado en un sistema que, al parecer, estaba diseñado para encubrir al poderoso.
La figura de Ortiz Guarnero, un exmilitar de alto rango que Cuauhtémoc Blanco colocó al frente de la seguridad pública de Morelos, añade una capa más de controversia a esta historia. Conocido por su mano dura y su cercanía con el exgobernador, su nombre ya había sido vinculado a señalamientos de inacción y presunta complicidad en otros casos oscuros durante la administración de Blanco.
