CAMPECHE.- En el corazón de una comunidad fervorosa, Claudia Ortega, una joven de 28 años, contadora de profesión y catequista por vocación, ha sido elegida para un papel que trasciende el escenario y se convierte en un reflejo de su vida: interpretar a María, la madre de Jesús, en el Viacrucis viviente de este 2025.
Su historia, tejida con hilos de fe, compromiso y devoción, es un testimonio que resuena como una crónica de entrega espiritual.
En entrevista a CAMPECHE HOY, recuerda que todo comenzó cuando el director del Viacrucis encomendó a las coordinadoras de catequesis una misión especial: encontrar a alguien dentro de la comunidad catequética capaz de dar vida al papel de María.
Entre tantas almas dedicadas, el nombre de Claudia emergió como un eco natural. No fue una decisión al azar; su trayecto en la fe la había preparado para este momento.
“El papel de María no me pertenece solo a mí, sino a toda la comunidad”, dice con humildad. Para ella, María es un símbolo vivo que se manifiesta a través de la enseñanza de la palabra de Dios, las buenas costumbres y las acciones que ennoblecen el espíritu.
Claudia no es nueva en este camino. Desde hace años, su corazón ha latido al ritmo de las enseñanzas divinas. “Siempre me ha motivado representar a María”, confiesa. Su dedicación a la catequesis, donde lleva dos años sirviendo como guía para otros, ha sido el cimiento de esta vocación.
Aprender de la palabra de Dios y compartirla con los demás la ha acercado cada vez más a Él, especialmente en tiempos como la Cuaresma, un período que ella describe como “un tiempo de reflexión profunda”.
En estas semanas, Claudia se prepara no solo con ensayos, sino con oración, ayuno y una meditación constante sobre la Pasión de Cristo y el dolor inmenso de María al pie de la cruz.
“Pienso en cómo sufrió al ver a su hijo morir, en todo lo que fue el Viacrucis y su pasión”, comparte con una voz cargada de empatía y reverencia. Su preparación no es solo un compromiso con el papel, sino un reflejo de su vida misma. Ser catequista le ha dado un entusiasmo renovado para este reto.
“La Cuaresma me pone en ese lugar de introspección, de estar más cerca de Dios”, explica.
Y es desde ahí, desde esa conexión íntima con lo sagrado, que Claudia desea encarnar a María: “Quiero representarla con el corazón lleno de fe, de esperanza y de amor”. Pero su testimonio no termina en el escenario. Claudia extiende una invitación cálida y sincera a su comunidad: “Acompáñenme en este camino y formen parte del Grupo del Viacrucis Viviente en Misión 2025”.
Su deseo es que esta experiencia no sea solo suya, sino un acto colectivo de fe, un momento para que todos se unan en la reflexión y la celebración de la Pasión de Cristo. Así, en medio de balances contables y jornadas laborales, Claudia Ortega encuentra su verdadero propósito en las aulas de catequesis y en las calles que recorrerá como María.
Su vida es un recordatorio de que la fe no es solo un sentimiento, sino una acción que se vive, se comparte y se entrega. En este 2025, su testimonio se alzará como una luz para quienes buscan en la Cuaresma un encuentro más profundo con lo divino.
