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3 enero, 2025

Iglesia

Campeche

Están de pie a pesar de todo

CAMPECHE. El estruendo fue inconfundible. A las 3 de la tarde del 29 de diciembre, el techo de la iglesia de San Luis Obispo en Calkiní cedió, dejando caer lo que había sido el refugio de oración de la comunidad. En cuestión de segundos, la parroquia quedó en ruinas, y la pregunta que resonó en los corazones de todos fue clara: ¿Dónde se celebrarán ahora las misas? Con el eco del colapso aun retumbando en las calles, el padre Fernando Manzo Barajas, con la serenidad de quien sabe que la fe es más fuerte que los escombros, explicó que por el momento no había un lugar fijo para las misas.

Sin embargo, la comunidad no se quedó de brazos cruzados. En un acto de solidaridad y unidad, se habilitaron dos espacios improvisados para que los feligreses pudieran seguir escuchando la palabra del padre.

El primero fue la explanada del Teatro Monseñor Gonzalo Balmes. A tan solo cuatro horas del derrumbe del 29 de septiembre, el lugar ya estaba preparado para recibir a los fieles. Más de 70 sillas fueron acomodadas con flores, y el atrio se transformó en altar.

La misa de esa noche, a las 7, marcó un hito: la fe no se quiebra con el techo de una iglesia. “Aquí celebraremos nuestras misas de fin de año y de inicio de año”, afirmó el padre Manzo, con la firmeza que caracteriza a quienes lideran con el corazón.

Pero no solo el teatro se convirtió en un lugar de oración. El aula San Pablo, un pequeño espacio con capacidad para 20 personas, fue adaptado rápidamente para oraciones más íntimas. El Cristo, flores y cortinas adornaron el aula, convirtiéndola en un rincón de esperanza donde los feligreses podían encontrar consuelo en medio de la incertidumbre.

A pesar de los esfuerzos, el temor seguía latente. Las nuevas ubicaciones están en los traspatios de la parroquia, lo que genera preocupación entre los feligreses.

Muchos, con la mirada preocupada, comentan en voz baja que no están seguros de cuánto durará la estabilidad de la estructura restante.

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Calkiní, que había visto el colapso de su iglesia como una catástrofe, ahora se enfrenta a un desafío aún mayor: mantener viva la fe y la esperanza a pesar de la adversidad. La comunidad sigue unida, dispuesta a levantarse, porque saben que mientras haya fe, el templo no es solo un techo, sino el corazón de todos.

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