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14 diciembre, 2024

Virgen

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RÍO DE FE Y ESPERANZA

CAMPECHE.- El 12 de diciembre, las entrañas de México laten al ritmo de millones de corazones que convergen en un solo punto: el Tepeyac. Desde las primeras luces del día, un río interminable de peregrinos se desplaza por calles, avenidas y senderos, iluminados por velas, faroles, con imágenes y fe que trasciende el tiempo y las generaciones. Cada paso es un testimonio de amor, cada plegaria es un eco que resuena en el corazón de la Basílica de Guadalupe.

Este año, la Jefa de Gobierno en la Ciudad de México, Clara Brugada, anunció una cifra histórica: más de 11 millones de peregrinos se reunieron en la Basílica, ubicada en la alcaldía Gustavo A. Madero.

El despliegue de seguridad, logística y atención médica también rompió récords, con miles de elementos de diversas instituciones trabajando incansablemente para proteger a los fieles en su travesía.

MANDAS Y SACRIFICIOS

Desde los pueblos más pequeños hasta las grandes urbes, los peregrinos avanzan con una determinación que desafía al cansancio, al frío y a las largas distancias. Algunos caminan descalzos, como un acto de sacrificio y devoción. Otros llevan en sus espaldas imágenes de la Virgen, adornadas con flores y listones, que parecen cobrar vida en medio de los cantos y rezos.

En los rostros se percibe una mezcla de agotamiento y esperanza. Son historias personales promesas cumplidas y gratitud infinita. Cada paso, cada plegaria es un puente que une la fe individual con la devoción colectiva, creando un mar de energía espiritual que inunda el Tepeyac.

TRADICIÓN QUE UNE

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El fervor guadalupano no solo transforma a quienes peregrinan, sino también a las comunidades por donde pasan. Familias enteras se vuelcan a las calles para ofrecer agua, alimento o simplemente palabras de ánimo. Aunque las estadísticas indican que solo el 36 por ciento de las personas ha ayudado directamente a los peregrinos,
el simple gesto de brindar apoyo refuerza el tejido social de un país cuya hospitalidad es su sello distintivo.

En los hogares, la celebración también se vive con intensidad.

Las velas encendidas, los rezos al pie de los altares y las entonaciones de “Las Mañanitas” a la Virgen son parte de un ritual que fortalece los lazos familiares y transmite valores entre generaciones.

Aunque solo el 64 por ciento considera que los jóvenes se integran plenamente a estas costumbres religiosas, las peregrinaciones siguen siendo un espacio de encuentro y aprendizaje compartido.

VÍNCULO CON LA MORENITA

La Virgen de Guadalupe no es solo un símbolo religioso; es el alma de un pueblo que encuentra en ella unidad y consuelo. Según encuestas, el 95 por ciento de los mexicanos se considera devoto de la Morenita, y para el 35 por ciento, su celebración es la más importante del calendario religioso. Pero más allá de los números, la imagen de la Virgen representa esperanza en tiempos de adversidad y una guía en los momentos de incertidumbre.

En un país cada vez más diverso en creencias, el reto es mantener viva esta tradición. Aunque el 72 por ciento considera crucial educar a las nuevas generaciones en la fe, solo el 21 por ciento cree que los jóvenes están interesados en preservar estas costumbres. Sin embargo, como en las peregrinaciones, el camino hacia la espiritualidad también es un sendero de esfuerzo, caídas y aprendizajes, donde cada paso cuenta.

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MILAGRO VIVO

Desde los primeros días de diciembre, la Basílica se convierte en un epicentro de emociones. Los cantos, las flores y los rezos llenan el aire, creando un ambiente cargado de energía y devoción.

Personas de diferentes credos y culturas se detienen por un momento para contemplar la majestuosidad de esta tradición, recordando que la Virgen de Guadalupe no solo vive en las estampitas o en los altares, sino en el corazón de cada mexicano.

En ese mar de promesas y gratitud, cada peregrino lleva consigo un rayo de esperanza. Y al llegar al Tepeyac, con las rodillas en el suelo y las manos al cielo, claman o emiten una oración de agradecimiento, uniendo a millones en uncanto de amor eterno a la Morenita del Tepeyac.

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