CAMPECHE.- A poco más de una hora de la capital campechana, el pequeño poblado de Pomuch, en el municipio de Hecelchakán, cobra vida de una manera única y solemne. Sus habitantes, herederos de una de las tradiciones más antiguas de la región, se preparan para recibir a sus fieles difuntos en el cementerio local, cuya historia se remonta al siglo XVIII. En este lugar, el tiempo parece detenerse para dar paso a una ceremonia ancestral: la limpieza de huesos o Choo Ba’ak.
Cabe destacar que el Ritual de Choo Ba’ak, se celebra entre finales de octubre y principios de noviembre, las familias pomuchenses acuden al camposanto en un ir y venir constante. En el marco del Hanal Pixán, que en maya significa Día de Muertos, se realiza este rito de origen mi lenario.
La tradición, transmitida de generación en generación, consiste en retirar cuidadosamente los huesos de sus nichos para limpiarlos y adornarlos con esmero, como muestra de respeto y amor hacia quienes ya partieron.
A diferencia de otras celebraciones del Día de Muertos en México, en Pomuch no hay catrinas ni calaveras dulces. Aquí, la muerte se enfrenta de manera íntima y tangible, en un rito casi perdido en el tiempo. Mientras limpian los huesos, las familias conversan tranquilamente, como si trajeran de nuevo a sus seres queridos a la vida.
Preparan flores, velas, y colocan coloridos paños bordados, donde reposarán los restos limpios. Es un acto simbólico de bienvenida, una renovación que también permite reemplazar el paño usado el año anterior.
RELATOS DE LA TRADICIÓN
“Mis padres me enseñaron a honrar sus huesos; mientras lo haga, estarán conmigo”, expresa mientras pasa suavemente un paño sobre los restos. Durante la limpieza, Don Agustín entabla una conversación en maya con un visitante de Mérida, compartiendo en su lengua natal el significado profundo de esta costumbre.
Don Agustín, un hombre de 89 años oriundo de Pomuch, ha llevado a cabo la limpieza de los restos de sus padres durante más de 35 años. Para él, mantener viva esta tradición es un privilegio y un legado de sus ancestros.
Por otro lado, el joven Esteban, de 27 años, llega al cementerio para limpiar los restos de sus antepasados por primera vez. Para él, este momento es de nostalgia y reflexión, pues siente que, a través de sus manos, se reconecta con quienes ya no están, como si estuvieran más cerca en espíritu. “Es mi primera vez y es especial… es recordar y sentirlos aquí”, confiesa con emoción.
LEGADO DE FE Y RESPETO
La limpieza de huesos en Pomuch es mucho más que un rito; es una forma de rendir homenaje a la vida, una manifestación de fe y respeto hacia los antepasados. Entre susurros, flores y colores, los pomuchenses reviven a sus muertos, manteniendo vivo un vínculo que se niega a ser quebrado.