La estrategia de Genaro García Luna falló estrepitosamente. Ni sus súplicas de último momento, ni su retórica de “honor” pudieron salvarlo. El otrora poderoso Secretario de Seguridad Pública de Felipe Calderón fue condenado a 38 años y seis meses de prisión en Estados Unidos por cargos de narcotráfico. Ahora, el exfuncionario panista apelará la decisión, pero también puede negociar y hablar. Lo que pone a temblar a exfuncionarios calderonistas y al propio exmandatario.
Durante la sentencia, el juez Brian Cogan desmanteló la defensa de García Luna y lo comparó con Joaquín “El Chapo” Guzmán, tildándolo de hipócrita por haber jugado ambos lados del combate al narcotráfico: la autoridad y el criminal.
La figura de García Luna, el “súper policía” que encabezó la guerra de Calderón contra el crimen organizado, quedó expuesta como la de un hombre que, bajo la apariencia de implacable defensor de la seguridad, se coludió con aquellos a quienes debía combatir.
Mientras Calderón insiste en no haber conocido los vínculos de su mano derecha con el crimen, la condena de García Luna es un golpe devastador para el legado de su administración.
A pesar de que aún puede apelar la sentencia, es poco probable que esa vía le traiga algún alivio.
Las pruebas presentadas por la fiscalía fueron contundentes, lo que deja a García Luna con pocas opciones.
Para reducir su condena, el único camino viable parece ser colaborar con las autoridades estadounidenses. Esa colaboración, como señala el exjefe de operaciones internacionales de la DEA, Mike Vigil, podría llegar tras la sentencia, cuando el peso del castigo ya se ha hecho evidente.
“Ningún acusado quiere morir en la cárcel”, afirmó Vigil, sugiriendo que si García Luna busca una salida, será revelando los secretos que aún guarda.
El caso de García Luna ha sacudido los cimientos de la política de seguridad mexicana y la credibilidad de aquellos que lo impulsaron a los más altos niveles del poder. Formado en el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), García Luna fue un maestro en el manejo de información, en manipularla para su beneficio, y en escalar posiciones en los gobiernos del PRI y del PAN.
Su habilidad para controlar los rumores y manejar el espionaje le permitió ganar la confianza de figuras como Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo, antes de saltar a las administraciones de Vicente Fox y Felipe Calderón.
El juicio en Estados Unidos ha demostrado que detrás de ese ascenso meteórico se ocultaba una red de corrupción y colusión con el crimen organizado. Pero la condena de García Luna no solo es la caída de un individuo; es la revelación de un sistema podrido que permitió que uno de los principales responsables de la seguridad nacional se enriqueciera al colaborar con aquellos a quienes debía enfrentar.