MÉXICO- La inauguración del Tren Maya en los últimos días del gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) es más que un simple parteaguas en la infraestructura mexicana; es un testimonio del compromiso con el desarrollo del país, especialmente en una región que por décadas ha sido marginada: el sureste de México.
La construcción de mil 554 kilómetros de vías férreas que conectan a cinco estados representa una inversión sin precedentes en una zona que ha sido históricamente olvidada por anteriores administraciones.
El hecho de que este proyecto monumental haya sido financiado completamente con recursos del presupuesto público, sin recurrir a deuda adicional, habla de la voluntad del gobierno de impulsar el crecimiento sin hipotecar el futuro.
El presidente López Obrador lo dijo claramente durante la inauguración en Chetumal, Quintana Roo: “Es la obra más importante que se ha construido en el mundo en los últimos años”. Y no exagera.
Este megaproyecto, construido en tiempo récord por ingenieros militares, se ha convertido en un símbolo de la Cuarta Transformación.
TURISMO A RAUDALES
El turismo es una de las grandes promesas del Tren Maya, ya que permitirá un acceso más fácil y rápido a zonas arqueológicas y naturales de gran relevancia mundial, como Chichén Itzá, Calakmul o las playas de Quintana Roo. Pero este proyecto no se limita a fomentar el turismo: la infraestructura ferroviaria mejorará las condiciones de vida de los habitantes locales al facilitar el transporte de personas y mercancías, generando empleos y promoviendo la inversión en sectores clave como la agricultura y la industria.
Además, es importante destacar que, a diferencia de otras grandes obras del pasado, el Tren Maya ha sido construido bajo una estricta vigilancia para evitar la corrupción. El papel de las Fuerzas Armadas, reconocidas por el presidente durante la inauguración, ha sido fundamental no solo en la construcción del tren, sino en otras acciones en beneficio de la sociedad, como la atención a desastres naturales.