MÉXICO- La reciente irrupción violenta en el Senado de la República por parte de activistas relacionados con el caso Ayotzinapa es preocupante y lamentable. Mientras los senadores debatían la reforma para que la Guardia Nacional se adhiera a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), un grupo de manifestantes lanzó artefactos explosivos, poniendo en riesgo la vida de personas y el orden público. Aunque cinco de estos artefactos no estallaron, la acción deja claro un mensaje erróneo: que la violencia es una vía legítima para exigir justicia.
Asimismo, aunque la lucha por esclarecer la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa es una causa justa que merece toda la atención y recursos del Estado, la violencia no es la vía para manifestarse.
Es decir, recurrir a la violencia no honra la memoria de los jóvenes ni acerca la solución. Es legítimo exigir respuestas, pero el uso de la fuerza desvirtúa el objetivo y genera más conflicto, alejando las posibles soluciones.
Lo sucedido en el Senado no es un hecho aislado. En semanas anteriores, familiares de los normalistas ya habían recurrido a actos de violencia, como la destrucción de una puerta del Palacio de Gobierno meses atrás.
Estos actos, no contribuyen al avance de la investigación ni al fortalecimiento de un diálogo productivo con las autoridades.