MÉXICO.-. Las recientes declaraciones de Ernesto Zedillo Ponce de León, exmandatario del viejo régimen, no pueden pasar desapercibidas. Priista, quien ocupó la presidencia
durante uno de los periodos más oscuros de la historia reciente de México, vuelve a opinar, sugiriendo que las reformas que se están gestando terminarán con la
república. En su intento de alertar sobre supuestos peligros, parece olvidar que él mismo fue uno de los grandes arquitectos de la crisis política y económica que sumió a nuestro país en la desesperación a mediados de los noventa.
Claudia Sheinbaum, presidenta electa, ha sido clara y contundente en su respuesta: “Es bueno que opine, pero no coincido”. En esta frase radica una gran verdad.
Es positivo que las voces del pasado se expresen, porque al escucharlas recordamos las políticas que no deben repetirse, los errores que no pueden volver a cometerse. Zedillo representa esa clase de gobierno que se escudó en tecnócratas y medidas neoliberales que, lejos de fortalecer al país, lo dejaron más debilitado y vulnerable.
Es imposible no traer a colación el desastre de Fobaproa, esa monumental deuda que convirtió el error de unos pocos en el problema de todos los mexicanos.