MÉXICO.- El dirigente nacional del PRI, Alejandro “Alito” Moreno Cárdenas, ha hecho olas en la arena política con su reciente declaración sobre las próximas expulsiones dentro del partido. Aunque evitó mencionar nombres específicos, el mensaje fue claro: los dinosaurios del PRI están en la mira, y Manlio Fabio Beltrones es uno de ellos. Según “Alito”, la partida de Beltrones se debe a sus “ideas vetustas” que, según él, no tienen cabida en el renovado PRI que él pretende liderar.
Con un discurso incongruente, Moreno Cárdenas aseguró en conferencia de prensa que su postura no es de rencor, sino una respuesta a la demanda de una militancia más moderna y alineada con los tiempos actuales. Afirmó que las figuras del viejo PRI, como Beltrones, están obsoletas y que sus opiniones, aunque aún no oficializadas en una expulsión, no reflejan la visión del nuevo PRI.
Este intento de purga dentro del partido no es solo un movimiento estratégico, sino una declaración de intenciones por parte de “Alito” Moreno. La idea de que el PRI debe alejarse de sus “intocables” históricos es una estrategia para redefinir su identidad, pero también deja al descubierto un problema de fondo: la falta de consenso y unidad interna.
En respuesta, Manlio Fabio Beltrones no tardó en usar las redes sociales para lanzar una ofensiva contra “Alito”. Calificó la decisión de su expulsión como “unilateral y arbitraria”, y criticó duramente la gestión actual del PRI. Beltrones argumentó que la reelección de Moreno Cárdenas y su postura sobre la expulsión de figuras históricas no solo dañan a los individuos afectados, sino también al partido en su conjunto.
En sus palabras, el PRI bajo la dirección de “Alito” se está volviendo “marrullero y mezquino”, y carece de la legitimidad y unidad necesarias para enfrentar los desafíos actuales.
Este enfrentamiento entre el PRI viejo y el PRI nuevo no solo expone las tensiones internas del partido, sino que también plantea preguntas sobre su futuro. La batalla entre Moreno Cárdenas y Beltrones refleja una lucha más amplia por el control y la dirección del PRI, en un momento en que el partido enfrenta su mayor desafío: recuperar su relevancia y credibilidad ante un electorado cada vez más desencantado.
