CAMPECHE.- Luis Aldama y Primož Kajdič INVESTIGADORES DE LA UNAMy hallazgos científicos a través de la historia.
Los eclipses solares y lunares son unos de los fenómenos de naturaleza más espectaculares. Desde los tiempos antiguos, los pueblos han creado sus propios mitos para explicar estos acontecimientos, ya que se solía creer que tales eventos celestes tenían un origen divino.
Sin embargo, a lo largo de la historia de la humanidad también existían individuos, cuyo gran intelecto les permitió ver la verdadera naturaleza de los cuerpos celestes y los fenómenos relacionados a ellos. Estas personas incluso han sido capaces de usar estos eventos para realizar descubrimientos científicos y, de esta forma, expandir de manera importante nuestro conocimiento sobre el Universo.
En la continuación describimos siete descubrimientos realizados en el transcurso de más de 2000 años de la historia de la humanidad.
ES LA SOMBRA DE LA LUNA: ANAXÁGORAS DE CLAZÓMENAS
Anaxágoras fue un filósofo griego que durante un eclipse solar del 17 de febrero del 478 ANE tuvo una revelación fundamental. Este pensador fue el primero en darse cuenta de que los eclipses solares no son provocados por transformaciones del Sol, como se pensaba en la época, sino que son causados por la sombra de la Luna. No sabemos cómo fue que este erudito llegó a tal conclusión. Los historiadores modernos piensan que los testimonios de los pescadores y navegadores griegos sobre el hecho de que los eclipses sólo se observan desde ciertas regiones en la Tierra, contribuyeron a este descubrimiento.
ECLIPSE LUNAR DE ARISTARCO DE SAMOS
Aristarco de Samos (310 ANE – 230 ANE) intentó determinar el tamaño del Sol y la Luna y sus distancias durante un eclipse lunar total. Aunque su razonamiento fue completamente correcto, sus resultados todavía no se acercaban del todo a los valores modernos.
Por ejemplo, aunque Hiparco estimó que el radio de la Luna es entre tres y cuatro veces menor al de la Tierra, lo cual es muy acertado, sus cálculos también mostraban que el Sol era tan solo entre seis y siete veces mayor que nuestro planeta. Sus métodos fueron utilizados más tarde por Ptolemeo e Hiparco, quienes obtuvieron valores más precisos.
Anaxágoras también intentó estimar los tamaños de la Luna y del Sol, sin embargo, esta vez obtuvo poco éxito. Según sus cálculos, el tamaño de la Luna era parecido al de la península de Peloponeso, mientras que del tamaño del Sol predijo únicamente que tenía que ser mucho mayor.
EL ECLIPSE DE HIPARCO, 189 ANE
Es muy probable que Hiparco de Nicea fue el primero en calcular la distancia de la Luna usando un eclipse solar que podía observarse tanto en la ciudad de Alexandría en Egipto, como también en la región Helesponto en Grecia. Los cálculos modernos indican que se trataba del eclipse del 14 de marzo de 189 ANE.
Hiparco estimó la distancia de nuestro satélite en 429.000 kilómetros, lo cual es solamente un 11 % mayor a la distancia real.
ECLIPSE DE HALLEY, 1715
Aunque fue el astrónomo alemán Johannes Kepler el primero en desarrollar las bases científicas modernas para el entendimiento de los eclipses, fue Edmund Halley el primero en realizar predicciones científicas relacionadas a estos fenómenos. En 1715 Halley publicó predicciones sobre el camino de la sombra de la Luna durante el eclipse solar que iba a ocurrir el 3 de mayo de aquel año, basándose en la teoría de la gravedad desarrollada por Sir Isaac Newton.
Para poder mejorar el conocimiento de la órbita de la Luna y las predicciones de los eclipses futuros, Halley por primera vez realizó algo, que hoy en día llamamos la ciencia ciudadana. Este científico pidió a las personas de todo el país usar sus relojes de péndulo para medir la duración del fenómeno en diferentes partes del Reino Unido y mandarle los resultados por correo.
Halley también fue el primero en observar a las llamadas perlas de Baily. Este es un fenómeno de muy corta duración cuando la Luna está tapando el disco solar casi por completo, sin embargo, algunos rayos del Sol todavía alcanzan llegar a la Tierra. Halley correctamente atribuyó las perlas de Baily a la existencia de los valles y cerros en el borde de nuestro satélite natural. Por algunas extrañas razones, el fenómeno lleva el nombre del astrónomo escosec Francis Baily que documentó el mismo fenómeno durante un eclipse en 1836.