MÉXICO.– Sorprendió a muchos, las palabras del arzobispo Primado Emérito de la Ciudad de México y Cardenal, Norberto Rivera, quien señaló que existen casos de pederastia en los que no toda la culpa recae sobre los sacerdotes puesto que hay niños que desde pequeños mienten y tientan a sus mayores.
Un hombre, que cuando fue obispo de Tehuacán, Puebla, toleró actos de pederastia en su diócesis. Lugar donde recopilamos una experiencia de un exseminarista.
Era el año de 1995, donde el seminarista Timoteo “N”, oriundo de Zinacatepec, se preparaba para ser sacerdote.
Sorpresivamente, un día habló con su madre y el cura de su pueblo, para decirle que ya no quería ir al seminario, pues los padres los espiaban cuando se bañaban y les hacían tocamientos. Por estas acciones, dos de sus compañeros ya había renunciado. La señora, pidió “que aguantara, quizá era una prueba divina, que aguantara”.
Al paso de unas semanas, el joven Timoteo desapareció. La madre pidió ayuda a la comunidad, incluso, culparon a los propios sacerdotes de haberlo desaparecido, cosa que no fue cierto, eso se supo después.
Después de seis meses, unos peregrinos de su pueblo, visitaron la Basílica de Guadalupe.
Ahí, encontraron trabajando al joven en una tortillería. Le pidieron que se regresara, ya que su madre estaba muy angustiada. Timoteo aceptó.
A su madre le confesó que fue vejado, por ello, tenía vergüenza de presentarse ante la comunidad. De esto nunca se volvió hablar.
No pasó mucho tiempo, cuando se supo que un sacerdote de Tehuacán, Nicolás Aguilar Rivera, fue procesado por abuso sexual contra, por lo menos 60 niños, bajo la protección de Norberto Rivera.
Después de sus fechorías en la Diócesis poblana, para protegerlo, Rivera Carrera, lo envió a Estados Unidos donde, bajo el resguardo del cardenal Roger Mahony, prosiguió con su repugnante propensión sexual. Está acusado de, por lo menos, 26 violaciones a menores en Los Ángeles, California
