“Si vuelves a criticar a Fox, así como me ves, papi, te juro que me voy de la casa”, le advirtió una noche Rocío Beltrán Medina a Andrés Manuel López Obrador.
Cuenta Jaime Avilés en su libro ‘AMLO: vida privada de un hombre público’, que él se aterró de ver que la madre de sus tres hijos hablaba en serio, y desde que dejó de atacar al presidente panista su popularidad se disparó.
El entonces Jefe de Gobierno capitalino conoció a su leal y discreta compañera durante su fugaz incursión como profesor de la UJAT, en 1976, en la clase de sociología. Ella fue su alumna.
Andaba corriendo siempre porque estudiaba y trabajaba en Villahermosa, pero vivía en Teapa. Ella tenía veinte años; él, 23.
Un año después, cuando Andrés Manuel es nombrado delegado del Instituto Nacional Indigenista (INI), Rocío empieza a ayudarlo con algunas cosas de su trabajo. Al terminar la carrera, ella entra a trabajar a la delegación federal de la Secretaría de Agricultura, donde desarrolló una labor muy estrecha con los proyectos de desarrollo en las comunidades chontales.
Ya como amigos, y a pesar de la carga de trabajo, López Obrador iba a visitarla a Teapa de vez en cuando. Ella lo presentó con sus papás y sus hermanos.
Cuando las cenas se alargaban más allá de las ocho de la noche, hora en que salía el último camión a Villahermosa, AMLO se quedaba a dormir en casa de Nicolás Mollinedo, padre del ex coordinador de logística y actual coordinador de Servicios Municipales del Ayuntamiento de Centro.
Ella lo acompañó a las asambleas con las comunidades chontales y a supervisar muchas obras en la zona chontal. Después de un breve noviazgo, se casaron en 1980. Para asistir a la boda, don Andrés y doña Manuelita, padres de Andrés Manuel, viajaron desde Palenque, ciudad en la que se habían asentado tras la muerte de José Ramón, el hermano menor de Andrés Manuel.
Luego de haber vivido juntos en Tucta durante dos años, Andrés y Rocío se instalaron en Villahermosa. López Obrador era dirigente estatal del PRI, hasta que una mañana el gobernador Enrique González Pedrero le comunica su voluntad de que deje ese cargo para asumir el de Oficial Mayor de su gobierno. Atribulado, Andrés Manuel consultó el asunto con su esposa. “La pasé a buscar y le dije: pasó esto y voy a renunciar. Ella me dijo: yo te apoyo en lo que tú quieras”.
“Rocío cumplió a la perfección con el programa que anunciaba su nombre. Porque Rocío es lluvia tenue que empapa y fecunda pero no se nota”, dijo el Padre Rubén Ponce de León, párroco de Jalpa de Méndez, en el funeral de Beltrán Medina. Fue en ese momento en que Andrés Manuel no pudo resistir más, y se abandonó a las lágrimas. Era enero de 2003.
El lupus minó la salud de Rocío durante seis años. Después de que López Obrador fue electo Jefe de Gobierno del Distrito Federal, ella se empeñó en inculcarle cierta disciplina a sus hijos, y los turnaba para que fueran a hacer las compras y llevaran la administración de la casa.
Andrés Manuel volaba a Campeche para apoyar al candidato del PRD a la Gubernatura, cuando su hijo José Ramón le habló por teléfono y le dijo que Rocío no podía respirar ni con el tanque de oxígeno. Volvió para verla con vida cuando los camilleros la subían a la ambulancia, pero murió antes de llegar al hospital. A las nueve de la noche llegó al aeropuerto de Villahermosa el cuerpo de Rocío, que fue llevado al Recinto Memorial. Fue velada hasta las diez de la mañana y luego se le enterró. AMLO estuvo acompañado por Raúl Ojeda, Rosario Robles, Jesús Falcón, Octavio Romero y Alberto Pérez Mendoza. Después llegaron Marcelo Ebrard, Manuel Camacho Solís, Emilio Azcárraga Jean, Ricardo Rocha.
“La gente decidió formarse para consolarlo y muy pronto se estiró una cola de tristes para consolarlo. López Obrador aceptaba los apretones de mano y las palmadas en la espalda con una mueca cercana a la desesperación, ansioso de liberarse de aquel suplicio”, escribió Jaime Avilés. Para su alivio, a alguien se le ocurrió dedicar un rosario a la memoria de Rocío.
Más tarde, Raúl Ojeda recordó una costumbre que Andrés Manuel tenía con Rocío: “Siempre que Andrés salía de la casa, Rocío lo persignaba tres veces: en la frente, en la boca y en el pecho.
STAFF
Investigación: Carlos Marí, Mariel Arroyo
Narrativa: Carlos Coronel Solís.
Después el besaba la cruz de sus dedos. Era una relación muy intensa”.