Mineral de Pozos posee un aire nostálgico, solitario, casi fantasmal.
Presume, además, una historia minera que tuvo su auge a finales del siglo 19 y a principios del 20. Luego, por ahí de 1923, se registraron las primeras inundaciones en las minas donde solía extraerse plata, oro, cobre, bronce, galena y mercurio. De a poco vino el declive, la gente comenzó a irse. Se dice que la última mina cerró en 1927. Pronto, el destino se convirtió en pueblo fantasma.
Hoy, los ecos de ese esplendor se pueden ver en diversas ex haciendas, como la de Santa Brígida; las chime-neas piramidales de sus hornos son ícono del destino. También está la de El Triángulo, de cuyas puertas y ventanas ya no se asoman mineros, pero sí paisajes del semidesierto; o la de Cinco Señores: sus vestigios se pres-tan para echar a volar la imaginación durante tours nocturnos, iluminados por las estrellas.
Pueblo Mágico
Ubicado a 45 minutos de San Mi-guel de Allende, Mineral de Pozos obtuvo su nombramiento como Pueblo Mágico en 2012, y se está convirtiendo en una de las poblaciones favori-tas entre los viajeros que prefieren darle la vuelta al turismo de masas.
Al andar por sus calles se siente una ener-gía especial. Algunos dicen que se debe al cuar-zo, mineral cuya energía provoca que la gente se quiera quedar. Para otros, la atracción está en recibir el saludo de un lugareño que empuja su carreta, en ver a los niños que jue-gan en el Jardín Juárez, o en oír las historias de alguna de las señoras que confeccionan vestidos de muñecas en el taller Manos Creativas.
"No tuve juguetes cuando fui niña. Ahora cambio y visto a las muñecas. Ésto es vida; una se siente útil", cuenta Josefina Mendieta, que más que trabajar, vive en una eterna infancia.
Un sinfín de anécdotas quedan por escuchar. También hay un montón de fachadas para que el viajero se cuele por alguna de esas puertas y ventanas -que lucen abandonadas- y se decida a enmarcar su propia historia.
Con información de Agencia Reforma.
