Tal vez son sus coloridas casonas y aquellos enormes portones de madera que han visto pasar cientos de procesiones, o quizá, sean esos espejos de agua que se forman en los callejones durante los días de lluvia lo que hechiza a los viajeros que llegan aquí.
Incluida en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO, desde 1979, la ciudad recibe a los visitantes con su atmósfera apacible y una arquitectura colonial. Para conocer algunos de sus principales atractivos conviene recorrerla a pie. Un buen punto de inicio es el Arco de Santa Catalina, que fue usado por las monjas de clausura del Convento de Santa Catalina Virgen y Mártir para ir de un lado a otro sin ser vistas. Hoy sirve de marco perfecto para tomar la foto del recuerdo de quienes van y vienen por la Quinta Avenida.
Disfruta lentamente
De día o de noche, con lluvia o en un día soleado los viandantes hallan entretenimiento, historias y vendedoras que ofrecen sus coloridos textiles a cada paso.
No faltan las casonas que tras sus fachadas esconden acogedoras estadías, con todo y patio interior, como Posada Don Rodrigo; o aquellas como Café Sky que guardan terrazas, desde las cuales se observan bellas postales. Si las nubes lo permiten nadie debe perderse la experiencia de apreciar los volcanes que rodean a la ciudad (Acatenango, el de Agua y el de Fuego) mientras se toma a sorbos un aromático café.
Sin importar la época del año, Antigua sorprende a los visitantes con cada uno de sus recovecos. Lo único que este destino exige es estar dispuesto a andarla a un ritmo lento.