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26 noviembre, 2024

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José Luis Cuevas: Provocador, vital e irreverente

La primera piedra vino desde lejos y retumbó fuerte. A los 23 años, al inicio de su propio mito, José Luis Cuevas lanzó el dardo desde Washington y -desde luego- no escondió la mano.
Mientras se paseaba por su primera exposición en solitario en el extranjero, en la galería de la Pan American Union, el periodista James Truitt lo abordó para hablar de sus influencias. Hombre mediático por naturaleza, el artista supo atajar la oportunidad.

Al instante, declaró su admiración por Tamayo y Orozco, los dos rebeldes del muralismo, y descargó por primera vez contra los que serían, quizá de por vida, sus grandes adversarios: Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros. "(Ambos) murieron hace varios años y lo que queda es la política y las relaciones públicas", lanzó ufano, como diciendo cualquier cosa. La provocación se imprimió en el número de agosto de 1954 de Time.

L'enfant terrible

José Luis Cuevas nació, según su propio testimonio, sobre una fábrica de lápices y papeles a las afueras del Centro Histórico. Durante toda su vida, habitó una paradoja: por un lado, el personaje ultraviril, mujeriego y parrandero -macho, le espetarían varias veces- y, por el otro, un hipocondríaco temeroso, absolutamente consciente de su propia muerte. Lo segundo le llegó muy pronto a los 11 años, cuando una fiebre reumática lo postró dos años en cama. Fue ahí como se ha escrito, donde nació su pasión, su necesidad incluso por autorretrarse.

Exilio y muerte

Su último escándalo mediático no fue que expusiera como obra de arte un frasco con su semen o un electrocardiograma tomado mientras tenía relaciones sexuales, sino una amarga pelea familiar entre sus tres hijas, Ximena, María José y Mariana, y su segunda esposa, Beatriz del Carmen Bazán.

Las hijas, quienes dicen haber perdido el contacto con su padre desde el 2000, acusan a Bazán de haber mantenido en condiciones de maltrato e incomunicación al artista, quien llegó grave al hospital en 2013. Cuevas, por su parte, salió a defender hasta el final a la esposa y acusó a sus hijas de calumniarla.

La muerte llegó, paradójicamente, de forma inesperada. Atrás quedan una hilera de autorretratos, como el que pintó en su cama por primera vez a los 11 años.

Agencia REFORMA

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